martes, 16 de junio de 2015

Cinco síntomas de matoneo que nos alertan







El peor enemigo que tienen niños y adolescentes en edad escolar son ellos mismos. La sevicia y violencia con que se documentan los casos de matoneo y acoso así lo demuestran.
La Fundación Stop Bullying Colombia, en su informe del primer semestre del año, reveló que la Costa Atlántica es la región con más casos de ‘bullying’ registrados. El ‘sexting’ (autofotos con desnudez o erotismo) son la mayor fuente de casos de acoso estudiantil.

En la universidades públicas, tres de cada 10 estudiantes son acosados por sus compañeros. En las privadas, siete de cada 10.Las redes sociales e internet son el escenario natural para los hechos de acoso, en donde la inclinación sexual, raza o la condición económica, entre otros, se convierten en los ‘argumentos’ para el desencadenamiento de feroces jornadas de presión, burla y agresiones que incluso pasan a los hechos físicos.
El daño ocurre en el autoestima, en las fibras sicológicas de la persona, en donde la respuesta es la depresión hasta llegar a las inclinaciones suicidas.
Algunos colegios luchan por prevenir, por crear políticas de trabajo contra el matoneo. En otros, campea libre y sin control. Para las autoridades se acomoda en cualquier contravención menor. Nos queda, como padres, la tarea de prevenir y detectar a tiempo:
Cambios de genio. Una niña o niño alegres que de un momento a otro se tornan agresivos, aislados, irascibles, ansiosos, que lloran con facilidad, podrían reflejar con ello que están siendo víctimas de acoso.
Baja autoestima. El menor se critica a sí mismo muy duro, se queja de no tener amigos y se muestra lejano a los planes familiares que antes apetecía.
Agresividad. Se torna violento en su actitud y lenguaje, le comienzan a gustar las películas y juegos violentos.

Rendimiento. El menor reduce de un momento a otro su desempeño estudiantil. Cuando se le indaga responde que no le gusta el colegio. Incluso advierte que no desea volver a esa institución.

Señas de violencia. Llega con golpes, moretones, o daños en sus pertenencias (o las pierde muy seguido), aduciendo que le sucede por jugar mucho.
Bajo rendimiento. Estudiantes con un comportamiento bueno o normal en su desempeño educativo que de un momento a otro caen de manera abrupta, es sin duda una alerta de mucho cuidado.
En los casos en los que el menor es el victimario o parte del grupo de atacantes (que es igual de grave) las cosas son más complejas de determinar.
Hable mucho con sus hijos. Dedíquele tiempo, en serio, a explicarle la gravedad del tema. En qué momento un chiste inocente se convierte en abuso. Y que esas actitudes no se deben permitir, que hay que denunciarlas. Los daños sicológicos y físicos de millones de niños no dan espera.

fuente:  eltiempo.com/tecnosfera